MACC fue una experiencia que me cambió la vida. Fue un momento de gracia para mí y para los muchos que formaron parte de él. Me encantaba lo que enseñaba (historia, cultura y espiritualidad mexicoamericana) ya quienes enseñaba. Una gran bendición fue ser parte de un personal y una comunidad dedicados, especialmente estar asociado con el Arzobispo Flores, el Padre. Virgil Elizondo y profesores de América Latina. MACC fue una aventura llena de gracia y me preparó bien para mis años como obispo.